Luego de doce eternos años, el Club Atlético Defensores
del Este volvió a coronarse en la Liga Pehuajense de Fútbol. Venció ayer 2 a 0
al dignísimo Maderense y se consagró campeón ante una verdadera multitud que
colmó como pocas veces el estadio José Esteban Garré. Eloy Colombano y Ezequiel
Naser fueron los autores de los goles azulgranas, mediante los cuales logró
alcanzar su estrella número 16.
Los dirigidos por Julio Galeano afrontaron este desempate
con las exigencias que el mismo ameritaba, ya que se trataba nada más y nada
menos que del encuentro más importante de su historia reciente. Con actitud,
oficio y contundencia, supieron hacerse cargo de una situación compleja.
Tenían que asumir el protagonismo y saltar al campo de
juego con sed de revancha, ya que sus rivales le habían arrebatado la
posibilidad de festejar ante los suyos. Y precisamente eso hicieron desde el
vamos, mostrando autoridad en cada una de las acciones, muchas veces prevaleciendo
el sacrificio por sobre la técnica.
El más ganador de la LPF merecía un cierre de estas
características, porque fue el mejor equipo de la temporada. Sus puntos fuertes
fueron la solidez colectiva y el criterio utilizado en cada una de sus
presentaciones, en las que siempre intentó priorizar el buen trato de la
pelota. A estos aspectos hay que sumarles el desarrollo sobresaliente de varias
de sus piezas claves, como por ejemplo Ezequiel Naser, Eloy Colombano, Damián
Soria, Nahuel Mena y Lucas Fernández.
Todo lo expresado no tiene que eclipsar al equipo que
ayer cayó derrotado, porque el mérito del juvenil plantel de Maderense se vio
reflejado hasta los últimos instantes del campeonato. Se transformó de sorpresa
a una verdadera realidad, culpa de la cual el desenlace del torneo tuvo que
estirarse más de la cuenta.
Nuevamente los comandados por Rubén Aguirre recibieron el
mejor de los premios: un cálido aplauso de su parcialidad cuando culminó el
encuentro. Pero esta vez se observó una excepcional diferencia, porque
inclusive fue ovacionado por la hinchada de Defensores. Como no podía ser de
otra manera, los jugadores albiverdes también retribuyeron ese reconocimiento
con un sentido gesto de felicitación hacia los simpatizantes azulgranas.
DESARROLLO DEL DUELO
Una vez más se plasmaron en el rectángulo reglamentario
dos propuestas sustancialmente diferentes. Defensores lanzado de lleno a buscar
el resultado, superpoblando el territorio enemigo cuando lograba conquistar el
balón. Mientras que Maderense volvió a apostar a las marcas personales,
destinando prácticamente la mitad de sus recursos a esa decisión táctica. De
todas maneras los de Aguirre se las ingeniaron para inquietar el arco de Hugo
Tolosa, fundamentalmente a través de iniciativas aisladas de Nicolás Lucero y
Maximiliano Jorda.
Fueron dos planteos en los que cada uno, consiente de sus
limitaciones y virtudes, se abocó a intentar buscar su negocio. Unos con el
objetivo de construir sobre la base de desbordes por los costados y juego
asociado, otros con la prioridad de destruir cortando los circuitos
futbolísticos de sus contrincantes.
A este escenario no puede escaparse el papel que jugaron
los nervios y las imprecisiones en la primera parte del cotejo, desencadenando
emociones en ambas áreas. Otro dato a tener en cuenta es la manera en la que se
disputaron las tenencias, porque abundaron las faltas violentas y el juego
brusco. Más de diez amarillas y dos expulsiones, son argumentos que refuerzan
esta descripción.
Las escaladas de Eloy Colombano y David Zanabria, sumadas
a la presencia siempre inquietante de Lucas Fernández en el corazón del área,
lograban poner en riesgo una y otra vez al arco de Diego Calandria. Mientras
que Maderense también hacía lo suyo, principalmente gracias a los
desequilibrios de Nicolás Lucero y Maximiliano Jorda.
Esa paridad se rompió a los 28´, ya que una enésima
embestida por derecha de Colombano desembocó en un soberbio remate que se coló
en el ángulo superior derecho del golero Calandria. 1 a 0 y delirio de miles de
personas que se acercaron para alentar a Defensores.
Ezequiel Naser y Javier Rivas pudieron aumentar la
diferencia antes de que culmine la primera etapa, pero sus definiciones no
fueron certeras. Por su parte, Agustín Cassavechia tuvo la posibilidad en un
rebote de marcar el empate.
COMPLEMENTO
El citado Colombano y Hugo Tolosa, en sendas intervenciones,
ahogaron el grito de Maderense durante los primeros 20 minutos del segundo
tiempo. Pero las aspiraciones de igualdad se desvanecieron por completo a
partir del 22´. Cristian Gutiérrez cometió una falta que le significó su
segunda tarjeta amarilla y por ende la expulsión.
El correlato de esta acción tendría un desenlace
doblemente fatal para el conjunto de Aguirre, ya que el tiro libre que
desencadenó esa jugada sería capitalizado eficazmente por Defensores. Ezequiel
Naser se hizo cargo de la ejecución y con un potente remate estampó el 2 a 0
definitivo. Estalló por segunda vez la mitad del estadio, pero esta vez con una
algarabía que mostraba los primeros destellos propios de una celebración de
campeonato.
A los 26´ Ricardo Tobal se encargaría de brindarle un
golpe de esperanza a sus oponentes, ya que se retiró expulsado tras una
violenta infracción. Inmediatamente después Juan Conde de cabeza definía apenas
desviado y se perdía la posibilidad del descuento.
Desde ese momento Defensores comenzó a aplicar su
experiencia, con la única intención de que corra el reloj y poder desatar todo
su festejo. A los 38´ el siempre peligroso Lucero cruzaba un violento disparo
que besaría el poste derecho de Tolosa; mientras que la última jugada de este
apasionante duelo quedaría en poder del heroico Guillermo Ortellado, cuya
escalada de contra lo depositó en un mano a mano que no pudo concretar.
El árbitro Andrés Merlos, de regular tarea, pitó el final
del partido. Defensores pudo tener un festejo íntimo que duró escasos minutos,
para luego dar paso al ingreso de centenares de simpatizantes que vistieron de
azul y rojo todo el campo de juego.
Posteriormente las autoridades de la Liga otorgaron las medallas y la
anhelada copa a este merecidísimo campeón, al que jamás le pesó el saco de
candidato.
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